Nadando con tiburones oceánicos en las Bahamas

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El agua es fuente de vida, pero también el lugar en el que habitan muchas especies. En esta ocasión, nos apartamos de las orillas del mar paraadentrarnos en medio del profundo océano Atlántico en busca del tiburón de puntas blancas, el escualo que más víctimas humanas se ha cobrado, uno de los más inaccesibles pero que no deja de ser un animal fascinante.

La población de tiburones está disminuyendo a causa de la pesca, que busca la comercialización de sus aletas, principalmente en Asia. Al año se cazan 100 millones de escualos en todo el mundo, el número de ejemplares ha disminuido un 99% en las costas de EEUU, y ya son 50 las especies consideradas en peligro de extinción. Con esta experiencia, desde 'Desafío Extremo', nos quieren enseñar lo importante que es conservar la vida en los océanos.

Comenzamos el viaje en Miami, donde ya nos encontramos con la primera dificultad del desafío: Jim Abernethy, la única persona que ha buceado con este tiburón, no podrá acompañar al equipo porque se encuentra ingresado en el hospital aquejado de peritonitis. Tener que prescindir del maestro, quien representa la mayor garantía de seguridad en este reto, supone un gran mazazo que hace que se tambalee toda la planificación.

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Sin embargo, aunque con muchas dudas, el equipo de Jim (sin él) decide hacerse con el control, y tanto Jesús como María y Óscar, que siempre están presentes en los desafíos que implican buceo, deciden embarcarse en el Shear Water, el barco en con el que pasarán dos semanas en alta mar para intentar filmar tiburones Longimanus, o de puntas blancas oceánicos.

Este escualo es especialmente peligroso ya que nada en aguas abiertas y profundas, es muy oportunista, no tiene miedo y siempre se acerca a todo lo que ve, por si es comida. Su dentadura es letal, llega a medir unos 4 metros y pesar hasta 400 Kg. Nuestros intrépidos aventureros solo tienen como defensa un palo de escoba que deberán mantener en posición vertical ya que, si el tiburón detecta que la presa es demasiado 'alta' y no le cabe en la boca hay menos posibilidades de que ataque. Además, los colores vistosos están terminantemente prohibidos en los trajes de buceo, y para infundirles respeto, los buceadores, deben mirarles a los ojos (que se ven ampliados por el efecto lupa de las gafas).

Para empezar, durante el viaje, deben parar motores a causa de un pequeño incendio iniciado en la sala de máquinas. Para María, experta buceadora, todo son señales que les avisan de que la expedición es excesivamente arriesgada y no deben llevarla a cabo. Sin embargo, una vez reparada la avería, continúan su viaje por el corazón de las Bahamas, un archipiélago que cuenta con 600 islas deshabitadas.

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Una de las primeras paradas de la ruta es la de la Isla de los cerdos, llamada así por sus habitantes que son, valga la redundancia, una colonia de unos 70 cerdos salvajes que campan a sus anchas por las orillas de la playa. Jesús Calleja y su equipo nadan con ellos, les dan de comer y bucean entre tiburones nodriza para llegar hasta la orilla.

La siguiente parada del itinerario es la Isla del Gato, que les recibe con un temporal de lluvias y oleaje. Por sus inmediaciones, Jesús y María prueban el equipo en un buceo por los arrecifes de coral que resulta idílico. Langostas, pargos, tiburones de arrecife, tiburones limón, centollos, morenas, meros y tortugas verdes sirven de primera toma de contacto con la fauna marítima. Pero, tras el avistamiento de delfines que acompañan al barco, comienza la verdadera aventura.

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En un cantil que se corta en el mar, pasando radicalmente de los 20 metros de profundidad a los 4.000, habitan los Longimanus, y para atraerlos, el equipo de Desafío Extremo lleva 2.000 kilos de carne, que lanzan al mar y consiguen su cometido. En unas horas, atraídos por la llamada de la carnaza, aparecen 3 tiburones de puntas blancas, característicos por las manchas blanquecinas de sus aletas.

La condiciones no son las mejores para sumergirse con ellos, porque el oleaje es muy fuerte, los tiburones están muy nerviosos y la seguridad no es total. De todos modos, unos cuantos deciden lanzarse al agua en un buceo excitante junto a estas criaturas, reyes de la estrategia a la hora de cazar. En palabras de Jesús Calleja, “este tiburón es el que más vidas se ha cobrado, una máquina perfecta que nos ha dejado disfrutar de uno de los buceos más impresionantes que he hecho jamás”.